Han vuelto a la programación de la televisión los llamados “reality show”, denominación que recibe un género televisivo en el cual se supone que se muestra lo que le ocurre a personas reales, en contraposición con las emisiones de ficción donde se muestra lo que le ocurre a personajes ficticios que salen de un guión previo y de un montaje.
La base de estos programas televisivos, entre los cuales actualmente los más populares son “supervivientes” y el recientemente repuesto “MasterChef”, es el ánimo de cotillear que tiene el género humano. Un profesor, Robin Dunbar, de antropología biológica del University College de Londres, asegura que el cotilleo es una actividad universal a la que se entregan hasta las personas más serias y que se ejercita hasta en los lugares más circunspectos.
El logro de estas producciones televisivas es precisamente el presentarse al público como si se tratara de seguir la vida y aventuras de unas personas reales dentro de un contexto preestablecido, que puede ser una isla en Honduras o un estudio lleno de cocinas. Y conseguir que este público este sentado frente al televisor durante la emisión de estos programas, que es el objetivo final de la producción televisiva. En el programa de la Gala Final de la anterior edición de “ MasterChef” España tuvo sentados frente al televisor a 5.524.000 espectadores.
Y tal intención, aparentemente inocente, tiene como objetivo real el conseguir un beneficio económico para los dueños de todo el tinglado que se monta y del que solo se exhibe la parte que interesa para el fin. Que es precisamente lo que resulta ser una farsa, esto es “un enredo, trama o tramoya para aparentar o engañar” (RAE).
Como en cualquier timo en este tipo programa se parte de engañar a alguien con promesas o esperanzas que son falsas o en el mejor de los casos manipuladas por los productores del programa, mediante una sutil y estudiada trama.
No voy a detenerme en diseccionar como se efectúa tal engaño solo advertiré que además de sacarle gran beneficio a los que quieren participar en este tipo de programas, los candidatos , que no cobran un duro, se monta todo un tinglado , que llaman concurso, a un coste relativamente bajo en comparación con el gran beneficio que produce. Hasta el punto que solo recientemente se ha reconocido el derecho de los participantes en tales concursos a tener un sueldo y cotizar a la seguridad social.
Si quisiera reseñar que como un gran secreto se oculta al público quien es el que está detrás de todo ese negocio. Como por ejemplo pasa en el recientemente vuelto a emitir por la TVE el concurso “MasterChef”, que produce Shine Iberia , una empresa del grupo Grupo Shine , con oficinas en Londres y Manchester, propiedad del Keith Rupert Murdoch, millonario americano australiano , famoso por sus matrimonios y por su afición a espiar a todo el mundo.
No quiero parecer que acuso a los productores de estos programas de ser los malos y los manipuladores de la realidad, aun a pesar de los grandes beneficios que sacan, porque lo cierto es que lo que caracterizan a los programas de “reality show” es precisamente que los personajes que allí aparecen y sus historias, presuntamente tomadas de la vida cotidiana, están perfectamente teatralizadas y que solo son creíbles si se tiene un cierto grado de papanatismo en el espectador, esto es tener una actitud que consiste en admirar algo o a alguien de manera excesiva, simple y poco crítica.
Sin olvidarnos que los protagonistas de estos programas, que normalmente se presenta como un ciudadano medio, como gente corriente, está dispuesto a actuar como una estrella de las pantallas a cambio de hacer pública su vida privada. Estos sujetos, anónimos a la gran masa, buscan el convertirse en una «estrella”, dado que uno de los efectos del ocupar un espacio en los medios de comunicación es que esto otorgar un cierto estatus social. Y para ello no dudan en desnudar su cuerpo, su alma y lo que haga falta. Y es que solo se puede ser protagonista de estos programas si antes te has imaginado en tu mente que hay algo posible o verdadero, cuando es en realidad se trata de una quimera.
Pensar que se trata de la vida real y que nos hemos metido en la vida de esas personas, es la farsa, el engaño en que cae el público espectador que prefiere mucha veces ignorar que en definitiva, como dice una Sentencia de la Sala de los Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que considero que tales concursantes son en realidad trabajadores o actores, que “ si bien es cierto que la prestación de la trabajadora no puede considerarse como arte, no lo es menos que, al ser introducida en un recinto cerrado con otras personas contratadas para el mismo fin, actuaba en cierta medida teatralmente, ya que adoptaba un rol determinado, respondiendo sin duda a la personalidad que el director o el productor del programa había buscado al seleccionarla, con el fin de que se dieran situaciones o conflictos que ganasen audiencia, interactuando, representándose a sí misma como si de un personaje teatral se tratara, atendiendo a esos criterios directores, en un contexto artificiosamente creado en el que se introdujeron otros personajes, seleccionados igualmente cada uno de ellos por su propios rasgos de personalidad, con el fin de obtener un determinado resultado, predeterminado, aun cuando no de forma precisa o ni siquiera escrita, por una especie de guión, porque se podían, sin duda, prever las situaciones que iban producirse partiendo de las características de las personas seleccionadas y de que cada una iba a adoptar el papel que se esperaba de ellos actuando en tal forma y, siempre, condicionados por la observación permanente por parte de la cámara de televisión para la posterior exhibición al público en general, de manera que ninguno de los actores se mostraba de forma natural y espontánea como en la vida real, sino en con la impostura previamente buscada por el director, con la mezcla de los diferentes personajes y la expectativa creada en todos ellos para que se mostraran de la forma que considerasen iban a resultar más atractivos para los televidentes, siendo tal actuación la que se presentaba como un espectáculo” .
Así pues preparémonos sin disimulo a contemplar lo que nos venden como realidad con los ojos de ver una farsa, pues de eso en definitiva se trata y por ello cojamos lo que allí se dice o hace como parte de un magistral espectáculo.
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