La primera vez que presencie la convocatoria urgente de todos los pobladores de un lugar con la finalidad de ejercer una defensa común fue siendo un chaval de apenas nueve años en la población de Corcubión en la ría de igual nombre en la provincia de la Coruña en mi Galicia natal.
El característico tañido de las campanas de la iglesia se produjo como consecuencia de un fuego en una casa no lejana del muelle y los convocados, hombres, mujeres e incluso niños pronto formamos una cadena humana que trasegaba el agua en cubos, que aparecieron como salidos de la nada, desde el mar a la cercanías de la humeante casa donde los más fuertes hombres los recogían al tiempo que gritaban “más agua” marcando con tales gritos el ritmo de la procesión de cubos.
Y es que el toque a rebato, sea de campana, de tambor o cualquier otro instrumento, nace como de forma espontanea cuando algo causa alarma o conmoción por algún acontecimiento repentino y presagiador de un mal que hay que evitar. Y como si estuviera mil veces ensañado todos los implicados ejecutan los actos necesarios y precisos para evitar el supuesto mal o perjuicio general.
Esta mañana como si se hubiera producción un toque a rebato insonoro, las bolsas europeas han sufrido un nuevo descalabro, como un incendio que las ha puesto al rojo, pues con la prima de riesgo se acercaba a los 500 puntos y el resultado al final de la sesión ha sido que ha bajado las cotizaciones de todos los valores y que el euro ya esta cotizando al 1,25 por ciento frente al dólar, lo que significa que el euro se está depreciando a pasos galopantes.
Las señales de una situación de a rebato son cada vez más fuertes, y los analistas están por lo general de acuerdo de que la salida del sistema monetario del euro de Grecia es algo inevitable y que detrás van Italia y España, muy a pesar de que en este caso Mariano hace a marchas forzadas los deberes que le ha impuesto la U.E.
¿Pero que es lo que hace que tres países tan diferentes corran el mismo peligro de exclusión del sistema monetario del la U.E.?
Pues la respuesta es muy simple, se trata de la llamada “falta de confianza” de los inversores.
Los inversores, que son los que compran la deuda soberana que emiten, a un jugoso interés, los países de la unión, no se fían de que países como Grecia, Italia y España, puedan devolver lo que se les presta o lo que es peor no puedan pagar los correspondientes intereses.
Y esa desconfianza que nace de motivos distintos en cada caso y en el caso de España no viene determinada por la sospecha del incumplimiento de los presupuestos por parte del estado español sino los que crean la desconfianza de los inversores son las comunidades autónomas, a los que el estado está obligado a darle el correspondiente respaldo económico. No se fían que las comunidades autónomas respecten los niveles de endeudamiento establecidos.
Y además el ejemplo de lo ocurrido a Bankia , que el Estado ha tendido que nacionalizar , supone que existe la sospecha por parte de los inversores de que ciertos bancos, que están en situación de quiebra técnica, van tener que ser “ayudados” con dinero público, y eso supone que necesariamente el propio estado español no va a poder cumplir con sus propios presupuestos , aumentando sus niveles de endeudamiento.
Así las cosas. La política financiera de restricción del gasto por parte de la Unión Europea, que proponen e impone Alemania, ya está dando resultados precisamente en dicho país, cuya economía está en general en crecimiento , pues su producto bruto interno creció un 0,5% en el primer trimestre del año.
Así que una vez que los ministros de Finanzas de la Eurozona, que se reúnen el próximo lunes, debatan sobre la situación de Grecia y España, nos daremos cuenta que tanto toque de rebato no solo es innecesario si no lo que es peor solo sirve para comprobar que la Unión Europea carece de capacidad de respuesta política para la actual situación pues en primer lugar no es posible, con los textos legales que regulan la existencia de la U.E. , sacar a ningún país del sistema monetario del euro sin a la vez sacarlo de ser miembro de la misma. Y en segundo lugar no es posible, al menos actualmente no se contempla salir de la unión si no lo es a petición propia del estado afectado, algo que en el caso de Grecia no sería posible en estos momentos en que carece de un gobierno en activo.
Así que no hay posibilidades de apagar el incendio que está poniendo en rojos a las bolsas europeas.
¿Pues qué podemos hacer los ciudadanos? Es la pregunta que más se escucha en estos momentos pues los rumores de catástrofe económica se apoderaran pronto del sufrido contribuyente.
Un amigo mío, economista, ha enviado a sus clientes una circular con consejos para los que todavía tienen dinero, que según él son mas de los que parecen, son normas elementales, que reproduzco en los mismos términos que él se expresa a sus clientes. Estos son sus consejos:
“1º no tener más de cien mil euros por banco o como mucho el 25% de vuestros ahorros.
2º trabajar con bancos fuera de toda duda “ante la duda se saca”
3º para cantidades grandes hay gente que está abriendo cuentas en el extranjero, no estoy hablando de cuentas negras ni nada por el estilo simplemente que el plazo fijo que tenéis en el banco de la esquina tenerlo fuera, hay bancos que ya lo están haciendo y a partir de 50.000 euros puede valer la pena esto os cubriría entre otras cosas de una posible salida del euro y de la devaluación subsiguiente.
4º todo el mundo está ofreciendo deuda de las comunidades autónomas porque según ellos es la ostia, cuidado el negocio lo hacen los bancos colorándola a los primos de siempre en todo caso yo no metería más del 15% de vuestros ahorros en estos productos.
5º si cuando vais al banco no sabéis si os están ofreciendo un buen tipo, os cuento, si es un plazo fijo a partir de un 3,5 % está bien.
6º no compréis nada a más de un año (quien sabe los que pasara a un año para saberlo a más) “
Para el resto de los mortales que no tenemos un duro, que se dice, y vivimos al día se puede probar con el “agua y ajo” de toda la vida. Y sin sofocos ni rebatos estar a verlas venir, que ya es sabido que no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista.
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