Por una de esas casualidades que la vida tiene el pasado Viernes lo que pretendía ser el colofón de las fiestas de Navidad se convirtió en una agradable y satisfactoria velada evocando a Jovellanos y a Chopin, algo que solo puede ocurrir en Mallorca y más específicamente en Valldemosa.
No voy a descubrir ahora y aquí el encanto especial que tiene ese pueblo de la sierra mallorquina que por circunstancias del trabajo he tenido sin visitar en varios años y que ahora frecuento mas y en donde por encargo de los Reyes Magos tenía que entregar un ordenador con forma de tortuga verde que tenia función de Karaoque en cinco o seis idiomas y que había sido dejado en mi despacho para la hija de una compañera que ha cambiado su residencia para ese entrañable y siempre atrayente pueblo.
Pero a la misión de “paje real” , siguió una cena con productos recién traídos de Italia, donde el queso de la Toscana sobresalió entre las exquisiteces, y acabo en un concierto de piano en un local no muy lejos de la Cartuja Real, donde Jovellanos paso unos meses de forzado exilio por cuenta de uno de los personajes más vilipendiados de la Historia de España, el extremeño Manuel de Godoy que a la sazón era el que mandaba y mantuvo en una cárcel dorada, eso sí manteniéndole el sueldo de ex ministro de justicia, al bueno de Don Gaspar.
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Entre los muchos personajes históricos que han pasado por Valldemosa y dejando a un lado al que fuera durante años el amo del lugar, el Archiduque duque Luis Salvador María José Juan Bautista Domingo Raniero Fernando Carlos Zenobio Antonio de Habsburgo-Lorena , fue Jovellanos el más interesante y políticamente el más importante. Allí estuvo viviendo en las dependencias de la Cartuja, que la desamortización de Mendizábal, un ministro de hacienda que desconocía lo que era la deuda pública y que los chinos la compran como churros, puso en manos privadas años después. Allí escribió un libro sobre la instrucción pública, más bien un tratado teórico-práctico de enseñanza con aplicación a las escuelas y colegios de niños, que como actividad para matar el tiempo libre no estaba mal.
Porque claro estamos hablando de hechos ocurridos en los primeros años del siglo XIX , el tratado sobre la instrucción pública creo que está fechado en 1802 y del máximo representante del pensamiento de la Ilustración española, del no se podía esperar que hiera otra cosa en un lugar como la Cartuja de Valldemosa , que un virtuoso pianista polaco, que por aquel entonces no había nacido le daría posteriormente un inusual relieve que hoy produce los réditos que la mantiene en pie. Pues eso hizo el bueno de Don Gaspar, escribir y rezar, que no hemos de olvidar que Don Gaspar iba para cura y eso siempre deja huella en el alma de las personas. Supongo que por ese motivo, cuando su enemigo político pensó que su prisión en Valldemosa era demasiada blanda y lo mudo para el Castillo del Bellver en la bahía de Palma de Mallorca, en donde por cierto, y a pesar de haber prohibicion expresa de proporcionales utilies para la escritura, le dio por escribir un tratado de sobre Teología para jóvenes y sobre el método que debía observar para perfeccionarse en el estudio de esta ciencia.
Y recordé a Jovellanos en Valldemosa porque hace unos días leí que otro asturiano y como el también ex ministro, busco amparo en la historia política de Don Gaspar para justificar la suya propia, aunque la diferencias sean más que notables, ya no solo porque la naturaleza y las causas de las aflicciones de uno y de otro sean muy distintas sino porque no se puede comparar el tener de enemigo político a Godoy, como le ocurrió a Jovellanos, con tener de enemigo político a Mariano Rajoy, como tiene el autor de tal comparación, esto es : Álvarez- Cascos.
Creo que el ahora político en busca de un partido, o mejor dicho, en búsqueda de financiación para montar un partido, peca de soberbia si se compara a Don Gaspar si bien entiendo que este Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, pueda tener nostalgia del poder, legítima aspiración humana y quiera ser presidente de una comunidad autónoma, pero ni por asomo le llega a la suela del zapato de Jovellanos.
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La otra noche en Valldemosa, fría noche, mientras asistí de forma inesperada al concierto de piano, donde la música de Chopin era la protagonista, me imagine a Don Gaspar en su celda cartujana, aislado, trascribiendo sus notas sobre las plantas de la zona, o quizás corrigiendo lo escrito sobre la instrucción pública que debía de darse a los niños, o quizás recopilando datos para transcribir la historia de la Cartuja. No puedo imaginarme Don Francisco en tales menesteres, entre otras cosas porque sus obligaciones de padre y marido le deben de necesariamente ocupar mucho tiempo, además de su afición a la caza, así como a la pesca del salmón.
No creo que mas allá de ser de Asturias y tener sueldo de ex ministro tienen en común ambos personajes.
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