Justo ahora que ha terminado la primera temporada de la exitosa serie televisiva Isabel, donde en el fondo hay una trama de paternidad discutida, la de Enrique IV sobre Juana de Castilla, la Beltrajena, aparece en la prensa un nuevo capítulo de la saga de los descendientes de Ernesto Koplowitz Sternberg , cuya historia daría bien para otra serie televisiva.
Hoy en día sabemos casi todo sobre el ADN y podemos de un modo ordinario traerlo a un juicio como una prueba resolutoria, a modo de confesión de la verdad científica, para establecer paternidades y demás filiaciones. Y eso al parecer ha hecho un empresario suizo al reclamar por vía civil el reconocimiento de su condición de hijo de susodicho Ernesto Koplowitz Sternberg, para lo cual fue necesario tomar muestras del ADN de sus restos que se encuentran enterrados en Madrid.
Tras las correspondientes pruebas científicas el resultado ha sido que hay 99,99 por ciento de posibilidades de que el tal Carlos sea el quinto hijo del austriaco, junto a Ernesto, Isabel Clara, Alicia y Esther , estos reconocidos en su testamento.
Lo curioso es que el difunto, que murió, tras caer de un caballo, en 1962 debió de tener una vida muy díscola con las costumbres de la época, pues entre el año 1945 y 1960, tuvo tres relaciones conocidas y cinco hijos, que son cuentas que sale teniendo en consideración las fechas de nacimientos de los vástagos. Su única esposa oficial, madre de Alicia y Esther, fue Esther Romero de Joseu, a quien el periódico el País, con ocasión de la muerte de Ramon Areces, el dueño del Corte Ingles, le reconocía haber tenido una relación sentimental con este, eso si después de ser viuda.
Esa historia, la de la relación sentimental entre Areces y la viuda de Koplowitz, ha alimentado rumores de todo tipo y condición, aunque lo que se puede probar como cierto es que Ernesto Koplowitz Sternberg compra Construcciones y Contratas después del matrimonio con Esther Romero, en 1951, cuando Areces está casado desde 1942, con Victoria Dolores González, que cayó prostrada en cama al poco de casarse, que no le dio hijos y que murió también en 1962. Las hijas del matrimonio Koplowitz- Romero fueron prohijadas por Areces y cuando murió Koplowitz, Areces sin tener participación accionarial en Construcciones y Contratas, la dirigió como si fuera suya.
Supongo que estos rumores son los que hizo que los abogados de Carlos, ahora, Koplowitz pidieran el cotejo del ADN de su cliente con los restos de su supuesto padre y no con sus hermanos pues no fuera a ser que este “cantara” que en realidad no son hermanos de ningún tipo ni condición.
Pero en qué casa no hay una historia de cambios de filiaciones o de encubiertas relaciones, que algunas llevan a fortunas y otras veces a relaciones incestuosa como nos cuenta la gallega Emilia Pardo Banzan en su novela “ la madre naturaleza” , y es que la vida es así de complicada para algunos de los humanos mortales.
Y volviendo a Enrique IV y su negada paternidad sobre la Beltraneja, quizás es mejor que no sepamos la verdad de lo allí acontecido, algo que tampoco sabríamos aunque quisiéramos pues los restos de Juana de Castilla se perdieron en Portugal, pues que solucionaría ahora a 500 años vista saber si hubo inseminación artificial de la reina por parte del bueno de Enrique o cúpula consentida con Beltran de la Cueva.
Por qué lo cierto es que a veces no merece la pena remover el ADN para cambiar las voluntades del testador, porque el testamento muchas veces no deja de ser otra cosa que un contrato a futuro, donde el testador cobra en vida, del que compra el derecho a recibir en la fecha de vencimiento del contrato, esto a la muerte del testador, el activo subyacente objeto de la negociación.
Así pues creo que se debería legislar de modo que pasados algunos años, en un número prudencial podrían ser 20 años, después de la muerte, las acciones sobre paternidad de los difuntos prescribirían y no tendría efectos legales.
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