En la literatura española hay una obra, basada en un hecho real, que refiere como un grupo de personas, habitantes de la población de Fuenteovejuna en la provincia de Córdoba, se confabulan para ocultar o ayudar a los asesinos de la autoridad pública del lugar, que personifica el Comendador de la Orden de Calatrava, por ser éste una representación de la tiranía y la injustica que se ejercía en aquel contexto social feudal por los que ocupaban cargos en el estamento del poder.
Puede que en la obra de Lope de Vega, donde se destaca más el hecho social que el particular, no quede evidenciada la motivación última del crimen, que sí está clara en la historia real de lo ocurrido, y que no fue otra que la existencia de un triángulo amoroso, el formado por el Comendador, la bella Laurencia y Frondoso, su novio.
Tal desvinculación fue debida al uso que se hizo de la historia en el momento de la publicación de la obra de Lope, en el año 1619, a ciento cuarenta años de distancia de los hechos, uso que solapó la historia particular, la causa última del crimen, al ser empleada como fuente literaria o argumento para la justificación de una férrea lucha que había en ese momento entre el sistema feudal, viejo y caduco, pero que todavía tenía mucho poder, y la naciente ideología que sostenía la necesidad de construir una monarquía fuerte, que representaban los Reyes Católicos en la obra de Lope. No hemos de olvidar que el levantamiento, que cuenta la obra de Lope, no fue un acto de proletarios, porque esa clase realmente no existía todavía. Los coautores y encubridores del crimen habrían sido principalmente pequeños comerciantes y campesinos desterrados y el fin político de su lucha no fue establecer un gobierno democrático y popular, sino reestablecer la justicia bajo el dominio del Rey Fernando y la Reina Isabel, a quienes los pobladores de Fuenteovejuna respetaban y piden la clemencia justificando el crimen como obra del colectivo, con la famosa frase: “Fuenteovejuna todos a una”.
Confluyen pues en el hecho histórico ocurrido en la Fuenteovejuna de Córdoba una conducta individual, la de los asesinos materiales, el joven novio de la bella Laurencia y el padre de ésta, que tiene una motivación directa de venganza por la violación de su novia e hija por parte del Comendador, junto a la conducta colectiva de un grupo de personas unido ante la tiranía y la injusticia, que frente a ellos ejerce el servidor público, el Comendador de la Orden de Calatrava, representante del poder feudal, y que hace de espaldas al poder de los Reyes Católicos, representantes del nuevo sistema político centralista. Muchos analistas incluso han señalado que tras el pretexto del abuso sexual del Comendador mayor de Calatrava, la rebelión tiene como fondo la lucha del partido de Juana la Beltraneja con los partidarios de Isabel la Católica.
Vemos pues en la historia de la Fuenteovejuna de Córdoba que se ha resaltado el papel del colectivo, y su motivación ideología o política, frente a la del instrumento ejecutor del crimen, el novio y padre de la violada Laurencia. El colectivo usa al individuo para que ejecute el acto desdeñable, el de dar muerte al tirano, y luego asume de modo colectivo el crimen para reclamar el perdón sobre la base de que se trató de un acto de justicia. Algo parecido a eso se da en la conjura para ejecutar uno de los asesinatos políticos más célebres de la historia: el de Julio César.
El asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, se nos ha presentado a la opinión pública como un crimen por venganza de una madre enajenada ante el trato dado a su hija, si bien se nos oculta que hubo un triángulo amoroso previo entre la víctima y el marido de su asesina, según es “Vox populi” en el lugar.
Se nos oculta que la acción homicida, dadas sus circunstancias materiales de cómo se ejecutó, podría haber pasado a la lista de los crímenes sin resolver, si no hubiera sido que la casualidad puso en el lugar a un policía jubilado que tomaba el sol en la zona. Una prueba del despiste policial inicial fue ponerse a dragar el rio en búsqueda de un arma que nadie vio tirar cuando ya se tenía a la asesina encarcelada.
El crimen estuvo perfectamente planificado, demasiado diría yo, y desde su origen. El lugar, la hora, el modo de ejecutarlo y la frialdad en la huida son propios de un acto profesional. No se había dejado nada a la improvisación, el arma se recoge y oculta, la huida a pie hacia un vehículo poco sospechoso parece un paseo. El arma comprada con antelación, todavía no se sabe a ciencia cierta por quien, con los números de serie borrados y vaya usted a saber si ya tuvo alguna otra intervención anterior.
Estas previas no son cosas propias de una demente asesina, donde el arrebato es improvisación, que es precisamente lo que se evidencia a la hora de la ejecución, que en vez del certero tiro en la nuca, que no hubiera hecho apenas ruido, se entretiene en soltarle cinco disparos que sonaron como petardos, según los testigos y llamaron la atención del policía jubilado que luego propicia su detención.
Sabido es que no hay mejor inversión que comprarle a un tonto un lápiz para que vaya a rayar las paredes de la fachada de la casa de tu odiado vecino. Y sabido era, que se lo decía a todo el que la quería escuchar, que Montserrat se la tenía jurada a Isabel, hasta el punto que esta se había hecho poner un guarda jurado con instrucciones precisas de que no la dejara acercarse a su despacho. Así que creo que es lícito sospechar que pudiera existir en el crimen de León, por acción u omisión, al modo de Fuenteovejuna, la participación de un grupo de personas con el interés común de la venganza contra quien ejercía un enorme poder público, de un modo similar al de don Fernán Gómez de Guzmán, con un concepto tiránico del poder, y que “abusa de sus vasallos, vejándoles de cien maneras” , como dice el texto de Lope, y del que ahora cuentan, las supuestas víctimas del supuesto nepotismo, de la política asesinada. La prensa ha dicho de la víctima que tenía “fuerte carácter y su falta de tolerancia con aquellos que discrepaban de sus postulados provocó el abandono de la formación de cientos de militantes, en parte por sus maneras de disolver juntas locales para poner a gente de su confianza”.
Y tal lícita sospecha me nace de que existen demasiadas circunstancias en torno al crimen de León que no han sido ventiladas a la luz pública. Veamos algunas de ellas:
¿Cuál es el móvil? : Se han apresurado las autoridades políticas a decir que fue “un odio irracional de madre e hija hacia la víctima” sin más. La asesina declaró a los investigadores policiales que la había asesinado por «inquina personal». Pero ¿cuál es el origen de tal odio? Porque sabido es, hay fotos que lo demuestran, que en el pasado las dos mujeres, asesina y víctima, tenían una muy buena relación. Y con las informaciones que ahora salen a la luz uno se pregunta si fue la no colocación de la hija de la una, a dedo, en la Diputación, el detonante de tal odio o lo fueron los amoríos de la otra con el marido de la asesina. Es cierto que he leído en la prensa que el origen fue un enfrentamiento profesional de la hija con la presidenta cuando esta quería que se favoreciera a una empresa vinculada con su actual novio y que la negativa de la primera ocasionó el que posteriormente la segunda no la favoreciera a la hora de darle la colocación. Todo muy al uso en esos lares donde se practica el nepotismo como algo normal y casi obligado, como se hacía antaño con los clientes del cacique del pueblo.
¿Cuál es el origen del arma? : Se dice que la compran a un toxicómano ya fallecido, casualmente, al que pagan con droga, lo que justificaría la tenencia de un medio kilo de hachís encontrado en el ático de la hija. Y más tarde dicen que la policía municipal, amiga de la hija, media en la adquisición de las armas. La historia no parece verosímil por varias razones, la primera ¿por qué razón arriesgarse en el tráfico de drogas si se tiene dinero de curso legal?, ¿es que acaso el supuesto traficante de armas no tenía conocimiento de dónde comprar la droga con el dinero que le darían por las armas?. La segunda razón, ¿por qué guardar en tu casa tal cantidad de droga, es que acaso admiten devolución donde la compras?, si la conservas será para usarla: bien para consumo, bien para tráfico. Lo que abre la interrogante de si la chica del comisario de Astorga traficaba con droga y si lo hacía, desde al menos un año, como la policía no lo sabía. ¿Es que no hay servicio de información policial sobre el tráfico de drogas en León? Y además algún amigo me ha sugerido que no es creíble que un policía como el padre de la niña, que había estado destinado en el país vasco, no tuviera más de un arma para uso y protección de su familia, que es algo habitual y comprensible.
¿Por qué no pidió protección policial la política asesinada? ¿O sí la pidió?: Porque sabemos ahora que había contratado una guardia de seguridad privada con aumento del presupuesto de gastos de la institución que presidía. Parece lógico que supiera que Montserrat se la tenía jurada e incluso que se hubiera dado cuenta de alguno de los cinco confesados intentos anteriores por matarla. Es por ahora una incógnita si llegó, como parece razonable hacer, a telefonear al marido de su asesina para decirle los rumores que corrían por León o si había detectado la presencia de ésta por los alrededores. Nadie en su sano juicio hubiera rechazado, de tenerla, la oportunidad de pedir la protección policial o de un guardaespaldas. ¿Por qué no lo hizo?
Como se puede ver son varias las incógnitas mayores que tiene este crimen, como todos, desdeñable y alguna de las circunstancias hacen pensar que la asesina contó, a sabiendas o no, con la colaboración de más gente, que bien vieron por ella o bien miraron para otro lado, conjurándose tácitamente con la misión que en su mente enfermiza se había trazado para vengarse de quien para ella era la causa de sus males matrimoniales y de los laborales de su hija.
Por eso es deseable una averiguación precisa de lo ocurrido, para que no ocurra, como en la historia de la Fuenteovejuna cordobesa, que el crimen quede sin castigo. Que en el caso de León sería posible al aplicarse a la asesina la eximente completa de demencia, lo que la llevaría a una institución psiquiátrica o a quedar bajo la custodia de su familia, como la ley prevé para estos casos. Entiendo que habría que escarbar más en esa trama y saber si además de colaboración necesaria, hubo inducción o simplemente se pecó de falta contra la debida diligencia.
¡Vamos! hay que averiguar si alguien le compro al tonto el lápiz cuando hizo mención de que le gustaría rayar la pared del odiado vecino del Palacio de los Guzmanes.
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