El rico refranero castellano refiere que las situaciones actuales son consecuencia de acciones previas mediante este conocido dicho que supone que si se deja polvo sin recoger lo más probable es que este se convierta en molesto barro. Que es precisamente lo que esta ocurriendo en forma de batallas entre vecinos en la Barriada de Son Gotleu de Palma de Mallorca.
En su origen el barrio de Son Gotleu estaba destinado a ser un barrio residencial de casas bajas, unifamiliares, pues con dicho fin fue diseñado en el plan de ensanche de la ciudad de palma de Mallorca que elaboro el que fuera considerado el Arquitecto de los Marchs alla por 1943.
Don Gabriel Alomar Esteve, que por cierto contrariamente a lo que suele ser costumbre no tiene a su nombre ninguna calle en la ciudad pues la que existe con la denominación “Gabriel Alomar” se refiere al escritor y político Gabriel Alomar y Villalonga, fue un importante arquitecto palmesano, cuyo talento como urbanista no deja lugar a dudas al ser el redactor de la primera ley del suelo que hubo en España, la de 1956, además de autor de importantes obras de teoría urbanística.
Su idea inicial sobre el cometido del barrio de Son Gotleu fue trucada cuando en la década de 1960, el ayuntamiento cambio los parámetros de edificabilidad de la zona y las primitivas viviendas unifamiliares fueron sustituidas por la construcción de fincas de pisos. Y esos pisos baratos se usaron para alojar a los primeros emigrantes que llegaron a Mallorca atraídos por el incipiente crecimiento turístico.
En el plan de Don Gabriel la zona no tenía la dotación de unas infraestructuras adecuadas al volumen de población que allí se asentó por la sencilla razón que esa zona no estaba destinada a tal volumen de habitantes. Fue pues la impericia de los políticos municipales y las ambiciones especulativas del momento las que crean ese engendro urbanístico que es el barrio de Son Goltleu.
La población que se fue asentando en la zona hizo aumentar la presión demográfica sobre un espacio urbanístico construido como he dicho con un déficit de infraestructuras y recursos sociales. Las viviendas que se permiten construir son de reducidas dimensiones y la casi totalidad sin ascensor, algunas de éstas con seis alturas. El barrio fue poco a poco convirtiéndose en un gueto en el que se iba concentrando cada vez más población con pocos recursos económicos, primero los emigrantes de la península, luego los de etnia gitana y en los últimos años los procedentes de África, sobre los que destacan los Nigerianos.
El resultado es un basurero intercultural que a modo de un polvorín social, tenía que estallar en cualquier momento.
Las soluciones para esta situación no son la presencia policial continuada como se pide ahora después de la última batalla campal o la entrega indiscriminada de dinero por medio de subvenciones a las asociaciones de nigerianos o de gitanos para que mantuvieran a raya a los suyos, como se realizó como parte de la política ayuntamiento hacia el barrio en la época socialistas, politica que dirigía un personaje torticero, contradictorio, ambicioso, políticamente hablando, y demagogo como Eberhard Grosske Fiol , contra el cual los gitanos se han manifestado por xenófobo en alguna ocasión.
Sin duda el barrio de Son Gotleu sufre un cáncer social, basado en la sobrepoblación y la miseria, que va a producir más fenómenos de inestabilidad en la convivencia social si no se ataja el mal con medidas de cirugía urbanística y regulación del asentamiento de la población que en el barrio ya está instalada. Son medidas de corrección de lo que fue un error de la política municipal y tienen que ser medidas que eliminen los “pisos patera” y los “pisos de cama caliente” , la ocupación de las viviendas abandonadas y en definitiva todas las actividades ilícitas que en la zona existen.
Hay que controlar las condiciones de salubridad e higiene de los edificios destinados a vivienda y alojamiento, proceder a revisar todas las cedulas de habitabilidad de todas las viviendas de la zona, procediendo a cerrar y clausurar las viviendas que no reúnan las condiciones mínimas de habitabilidad o que estén abandonadas. Hacer lo mismo con las licencias de instalación de todos los negocios de la zona, cerrando todos los que carezcan de la misma o que la actividad no se adecue a las licencias otorgadas originalmente.
Cosas que los vecinos más antiguos han venido pidiendo, bajo la batuta del antiguo dirigente sindical Ginés Quiñoneros y que resultan ser de una obviedad aplastante. La cuestión que ahora se plantea es si el abogado Mateo Isern, alcalde de Palma, será capaz de adoptar tales medidas o como siempre todo se quedara en las bonitas palabras del político de turno.
Las lluvias del otoño nos dirán si el barro sigue formándose en las calles de Son Gotleu, cuyas calles principales llevan el nombre del que fuera Vicario de la diócesis, Don Tomás Rullán y del que fuera político socialista Don Indalecio Prieto