Sabido es que una boda es un acto en el cual los actores son los novios que se “votum” , esto es se promete, ante los miembros de su grupo social, es por lo tanto la boda un acto público, puede haber matrimonio sin boda, sin acto público. Esa publicidad es la distinción y la esencia de la boda.
En nuestra cultura latina la boda es pues un acto público que conlleva dos elementos básicos la promesa mutua que se hacen en público los novios, con un oficiante que puede ser el cura o el funcionario público de turno, y la celebración que se hace con los cercanos, con los amigos invitados a la celebración.
No tiene que ser las bodas como la que describe el musical y luego película “Mamma Mia” , pero sí que las hay así, como las hay más sencillas y digamos normales. En cualquier caso hay ciertos elementos sociales que a veces pueden complicar la celebración de una boda siendo los más importantes, sin duda, quien paga la boda y quien está invitado a la boda.
Sobre estos extremos nada hay regulado en norma legal alguna y por lo tanto como dice el artículo uno punto tres de nuestro Código Civil se ha de aplicar la costumbre, siempre que no sea contraria a la moral o al orden público. Y claro esta, sobre ese particular, costumbres hay cientos e incluso varias en un mismo lugar.
Y como uno puede matrimoniarse, que no es otra cosa que registra el régimen de convivencia ante la administración pública, y luego celebrar la boda, la promesa mutua ante el grupo social de los contrayentes, donde le dé la gana, la cosa se puede complicar de las mil formas.
Hemos visto bodas protocolizadas, como la de los príncipes, y bodas “sui géneris” , como la Lauren Postigo por el rito Zulo, porque como decía mi tía Manola, en la viña del señor tienen que haber todo.
El otro día en Sevilla visite a un antiguo compañero de universidad, con el cual me comunico de vez en cuanto y que me tiene una inmerecida consideración. Y me refirió la última de sus tribulaciones cual es que no sabe si tiene que ir como invitado a la boda de un sobrino de su ex mujer.
Su historia la referiré como ejemplo de lo que antes he dicho de cómo se puede complicar la celebración de una vulgar y corriente boda.
Resulta que mi amigo se matrimonio en su día, hace como treinta y pico de años, con la que es hoy en día su ex mujer y con la que estuvo casado como 23 años y de la que lleva separado algo así como 8 años. Claro está que en su vínculo con su ex tubo relaciones afectivas con sus sobrinos, que son los primos de un hijo que tiene en común, que a su vez ya está casado o rejuntado, este extremo no lo tengo claro, y que lógicamente tiene buenas relaciones con sus primos.
Asi que con ocasión de la boda de uno de los sobrinos de su ex ha sido invitado mi amigo a la boda, algo que me dijo le ilusionaba mucho. Claro está su ex y su hijo y su compañera esposa o novia han sido también invitados. Hasta aquí todo casi normal. La cosa se complica porque además el sobrino, inocentemente, también ha invitado a la actual pareja de su ex.
Para más ingredientes de complicación, resulta que mi amigo, que es un buen mozo, pero como yo entrado en carnes, lo cual no extraña porque me invito a un Jabugo seguido de unas frituras de pescado sevillano, vamos de muerte. Pues no tiene novia, yo diría novia fija, que contraponer como pareja suya en la susodicha boda.
Su primer impulso, al enterarse de que también estaría invitado el novio de su ex, fue decir que él no iba, porque a él no le gustaba eso de hace “papelones” . Asi que este fue el tema de conversación que tuvimos mientras comíamos.
Mi amigo me pidió mi opinión sobre el particular y le sugerí que quizás debería adaptarse a los tiempos modernos, que no era bueno vivir anclados en un tiempo que ya pasó, lastrando tanto el presente que se nos presenta como el futuro de las relaciones personales y afectivas.
Me miro y tras quedarse pensativo, me dijo que había algo más que contarme sobre las relaciones que tiene con su ex actualmente. Asi que poniendo cara de circunstancias le pedí que me contara.
Y la cosa es todavía más complicada y va más allá de la simple asistencia a una boda porque resulta que después de 6 años de separación matrimonial mi amigo ha inventado, lo cito textual, el matrimonio a tiempo parcial.
Resulta que hace un año, estado en desempleo su ex, ni corto ni perezoso mi amigo la contrato en su empresa y la ha puesto al frente de la misma. Mi amigo ha puesto, como se hace con una esposa, toda su economía en manos de su ex. Además la tiene que ver de forma necesaria durante toda la jornada laboral, comen juntos, hablan, ríen, y en definitiva comparten la mayor parte de sus vidas. Eso sí, me aclaro, no mantienen relaciones sexuales, ni falta que le hace, pues me confeso que novias de cama no le faltan más bien le sobran para su edad y condición física.
Llegado a este punto la conversación no me quedo más remedio que preguntarle si todavía estaba enamorado de su ex mujer y sin titubear me dijo: por supuesto, como el primer día.
Me quede en silencio pensado y el me pregunto sobre qué opinaba. Y le respondí que lo que veía es que era más fuerte su necesidad de anhelar por el lugar que quería volver ocupaba en el corazón de su ex, que el ocupar el lugar que le correspondía dentro del grupo social que acompañaría a los novios en su celebración del inicio de una nueva familia y para el cual le habían invitado.
Continúe diciéndole:
“Para ti ir a la boda y el celebrar junto al novio de tu ex el acontecimiento nupcial es aceptar que no estás en el corazón de tu ex, es como aceptar públicamente que tu amor por ella no es correspondido. Y si no vas, sientes que todavía tienes esperanzas de volver al corazón de tu ex “
Se me quedo mirando y me respondió que dicho así sonaba incluso bonito, pero que él lo interiorizaba de un modo más simple: Si voy sufriré si no voy aplicare el “ojos que no ven corazón que no siente”
Brindamos con un Fino Montilla Moriles, un vino cordobés que tira para atrás de bueno que esta, por los novios de una boda que seguramente se celebrara en primavera y a la que seguramente mi amigo no va acudir con todo el dolor de corazón para evitar que el corazón le duela.
Hay un proverbio turco que dice:
“Por el amor de una rosa, el jardinero es el servidor de mil espinas”