No se porque existe la costumbre de dar el nombre del ministro de turno algunas modificaciones de leyes. Asi tenemos los “mocosos”, en recuerdo del Ministro Javier Moscoso, los alquileres de Boyer, en recuerdo de la reforma de los arrendamientos que se hizo siendo ministro el ínclito marido de Isabel Presly, o la Ley Belloch como se conoce a la Ley del Jurado que pusiera en marcha el hoy alcalde de Zaragoza y marido de la periodista Mari Cruz Soriano.
Supongo que eso debe de venir por aquello de que las grandes leyes de la humanidad casi siempre llevan el nombre de los gobernantes que las promulgaron, como el Código de Hammurabi, la ley mosaica o de Moisés y el Código Justiniano, serian ejemplo de ello.
Ahora el ex alcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón, cuyo padre fue un antifranquista moderado y buen conocedor del derecho que practico como abogado, ha presentado ante el Congreso una supuesta reforma judicial.
Y digo que es una supuesta reforma porque a poco que nos adentramos en la sustancia de lo anunciado la cosa se queda en retoques, algunos más profundos que otros, pero retoques en definitiva.
Asi que debo de mostrar mi desacuerdo con los que dice que se va hacer una reforma judicial histórica en defensa de la vida y los más débiles.
Dejare salvado que estoy plenamente de acuerdo con que se le de a los padres el poder decidir sobre el aborto de sus hijas menores de edad, pero eso no es una reforma, eso es quitar un disparare puesto por la demagogia feminista de los socialistas.
Reformar el sistema de la elección de los miembros del poder judicial, dejando que la mayoría de sus miembros los elijan los jueces, es lo mínimo necesario, pero no es una reforma de calado si no un retoque de profundidad, porque seguimos con un poder judicial sometido a los intereses de los partidos políticos de turno.
Reformar seria cambiar la constitución para que el poder judicial sea autónomo e independiente, un autentico poder que atempere al poder legislativo y al poder ejecutivo. Reformar seria cambiar que el tribunal constitucional para tenga miembros vitalicios y operatividad como instancia controladora de las resoluciones judiciales mediante un recurso de amparo abierto.
La otra supuesta gran reforma es la instauración de la Cadena Perpetua, que es algo mas populista que otra cosa, pues ya existen penas de hasta 40 años para casos en los que el condenado haya cometido dos o más delitos castigados con penas superiores a los 20 años o haya sido condenado por dos o más infracciones de tipo terrorista y una de ellas supere ese mismo límite. Esos castigos son, de hecho, prisiones perpetuas, porque implican el cumplimiento efectivo de 32 años como mínimo, que es media vida entre rejas. Si bien es cierto que la modificación para que la multi-reincidencia sea tenida como agravante en los sucesivos delitos es algo necesario, pero eso no deja de ser una corrección técnica en un sistema pena que debe de ser reformado en profundidad, cambiando la forma de hacer la instrucción, que debe ser llevada, desde mi punto de vista, por los fiscales bajo la supervisión de un juez de garantías. De eso el ministro Gallardón no ha dicho ni pido.
En el anuncio de las modificaciones hay demasiado bombo y platillo, vamos más “puesta en escena” que contenido, porque si bien es cierto que la justicia esta necesitada de hacer reformas, pero algunas de las que ahora se anuncian ya estaban en marcha en la época socialista como la nueva oficina judicial.
Pero bien esta que se enfrente el tema como prioritario, pero lo dicho, de momento solo hay retoques a una Justicia que tiene que cambiar en profundidad si queremos que realmente sea eso: JUSTICIA.